Hola a todos de nuevo corazones, tras casi un mes de ausencia forzada, vuelvo con esta magnífica película. Antes de nada, me gustaría agradeceros a todos vuestros comentarios de mis entradas anteriores y a Bruja Truca agradecerle el que las publicara por mí. A todos, gracias.
El film de se trata de una maravillosa historia de amor, que aunque en principio su argumento parezca un tanto trasnochado (chica rica se enamora de chico pobre), cuando la estás viendo, comprendes que es algo más.
George Eastam (Montgomery Clift) es el sobrino de un fabricante de bañadores de mujer y es contratado por éste. Allí conoce a Alice (Shelley Winters), una compañera de trabajo con la que inicia una relación en secreto, pues las normas de la empresa establecen que los trabajadores no pueden mantener ningún tipo de relación amorosa e íntima entre ellos.
Poco tiempo después, George, es invitado a una fiesta donde conoce a Angela Vickers (Elizabeth Taylor), una joven de la alta sociedad y de la que queda totalmente enamorado. Pronto comienzan una relación y piensan en boda.
Sin embargo, Alice está ahí, y es más, embarazada. George únicamente piensa en deshacerse de ella, pues puede truncar sus planes de ascenso social y su boda con Angela (de la que está realmente enamorado). Tramará un plan, pero en el último momento se echa para atrás... ¿o puede que no?
La cinta está basada en una obra de Theodor Dresier, Una tragedia americana.
En su visita a Hollywood a comienzos de los años 30, el cineasta soviético Sergei Eisentein, se fijó en esta novela para hacer una adaptación cinematográfica. En el estudio no hizo mucha gracia esta idea, por lo que le preguntaron al director el por qué de esta decisión y qué pensaba él sobre el protagonista del libro y sus circunstancias. El soviético dijo tajantemente: la culpa de todas las desgracias de los personajes la tiene la sociedad y los valores del capitalismo. La respuesta del estudio fue aún más tajante, le despidieron.
Sin embargo, los derechos de la novela ya habían sido adquiridos, y en la Columbia no andaban como para ir derrochando el dinero, por lo que mandaron llamar a Josef von Sternberg. El alemán, sin su descubrimiento más preciado, Marlene Dietrich, y sin su habitual cinismo soterrado, confió el guión a Samuel Hoffenstein, en una ardua lucha con Dresier por adaptar el guión. El resultado fue Una tragedia humana, con Sylvia Sydney, Phillips Holmes y Frances Dee en los papeles principales.
Veinte años más tarde, George Stevens fue el encargado de darle otra vuelta al asunto.
Se entendió a la perfección con Michael Wilson y Harry Brown, responsables del guión, y eligió a quien él consideraba que era el mejor director de fotografía del momento, William Mellor.
Los papeles protagonistas fueron para la jovencísima y sin embargo veterana Elizabeth Taylor, el retraído, extraño y sensual Monty Clift, y Shelley Winters.
Cuando llegó el momento de rodar surgió un problema: la Paramount no quería que la actriz Anne Revere (en la película hace de madre de George) estuviesa en la película porque había sido incluida en la lista negra de actores simpatizantes del comunismo. Stevens la quería a toda costa, por lo que el estudio tuvo que replegarse.
Con 19 años recién cumplidos, la Taylor era ya una actriz reconocida y de prestigio, y además por esta época, acaparaba toda la atención de los medios de comunicación por su boda con uno de los herederos del magnate hotelero Hilton. Para Elizabeth, mostrarse enamorada de un hombre en pantalla era un colorario necesario para su vida al otro lado de las cámaras. Por todo ello, el papel de Angela Vickers la llenó de esperanzas y se dedicó a él con todas sus fuerzas, atenta a las indicaciones del director y aún más a las del protagonista masculino.
Y es que para Elizabeth Taylor el encuentro con Montgomery Clift (del que nunca había visto ninguna película) representó un hallazgo de oro. Clift, como ella misma confesó, "es el tipo de hombre que una mujer podría cuidar." Es decir, un hombre con todas sus características externas de masculinidad, pero con una sensibilidad especial que hacía de él, más que una posible pareja sexual, un compañero y confidente ideal, un amigo para toda la vida.
Hasta algunos años más tarde, Montogomery Clift no le confesó su homosexualidad, a pesar de que en el plató de Río Rojo tanto John Wayne como Walter Brennan le hicieron la vida imposible por su condición sexual, tanto es así que cuando a Montgomery Clift se le ofreció un papel en otra película en la que estaría acompañado de John Wayne, lo rechazó sin pensárselo dos veces.
Los directivos de los estudios, que sabían de la sexualidad de Monty Clift y de la estrecha amistad que le unía con la joven actriz, cada cierto tiempo lanzaban todo tipo de rumores sobre un posible romance entre ellos.
Para Clift, la Taylor también fue otro gran hallazgo, ella no le desafiaba, con ella no tenía que hacer alardes de masculinidad, era una amiga, una confidente, una alumna.
El encuentro entre la belleza y sensualidad de Elizabeth Taylor y la belleza dulce y melancólica de Montgomery Clift cambió los estandares del romance en el cine, de la expresión de un romanticismo, dramático y profundo que hacía ganar credibilidad y fuerza a los personajes en lugar de restársela.
La cosecha de 1951 estuvo definida por Un lugar en el Sol, Un americano en París y Un tranvía llamado deseo.
A place in the Sun ganó seis Oscars de los nueve a los que optaba: director, guión, montaje, banda sonora, fotografía en blanco y negro y vesturaio para una película en blanco y negro.
No resultó vencedora en las categorías de mejor actriz de reparto (Shelley Winters), mejor actor principal (Montgomery Clift) y mejor película, que ese año recayó sobre Un americano en París.
La frase más importante de la película es simplemente maravillosa y dice: Te quiero. Te quise desde el primer momento en que te vi. Te quise incluso antes de verte por primera vez.
Un beso y hasta la próxima entrada corazones.